sábado, 14 de diciembre de 2013

La Iruela-Camino de los Muertos-Puerto del Tejo

RUTA








HISTORIA DEL SENDERO


En algunas ocasiones, cuando nos adentramos en recovecos perdidos y olvidados de la historia no podemos por menos que estremecernos ante algunos acontecimientos que hoy dia nos asombran y sorprenden, pero que por aquellos tiempos, eran ritos habituales.

Uno de estos ritos, sucedían en nuestras tierras entre los siglos XIII y XIX o incluso del siglo XX. Eran sinómino de respeto y cierto terror entre los lugareños que ocupaban estas tierras en plena Sierra de Cazorla, Segura y las Villas.  Hablo del CAMINO DE LOS MUERTOS O SENDERO DE LOS ESPIRITUS.

En aquella época, aquellas tierras inóspitas contaban con una población estimada entre los 45.000 y 50.000 habitantes, desde pastores a recolectores, pasando por repobladores, buscadores de fortuna, mineros, guías, leñadores, clérigos, cazadores, delincuentes, guardas, guardias civiles, peones, camioneros, y un largo ect...., una multitud de seres humanos que se movían sin control por todo el territorio, y dada su enorme extensión, muchos podrían adentrarse en lo mas profundo de nuestras sierras y no coincidir en semanas con mas personas.

Asi, no fueron pocos los que a lo largo del tiempo dejaron sus vidas en los lugares mas apartados y olvidados de la mano de Dios.

Cuando en algún lugar recóndito de la Sierra de Cazorla, Segura y las Villas se producía una defunción (fuese por la causa que fuera), solian partir de su población de origen ciertos individuos con peculiares características denominados " RECOLECTORES DE CADAVERES". Si tenemos en cuenta que los cuerpos podían pasar varias jornadas ala interperie, a merced de los animales, de las inclemencias del tiempo y demás, no nos resultaría difícil imaginar, el tipo de personas que podían ejercer este singular oficio.

Los buscadores de cadáveres eran hombres sencillos, respetuosos, fuertes, normalmente solitarios y que se amillanaban por su superstición. Su cometido no era otro que recoger esos cadáveres, subirlos a sus mulas o burros, y recorrer dichos parajes para localizar los muertos, cargarlos y transportarlos hasta el cementerio mas cercano.

Según se ha sabido, estos buscadores de cadáveres eran principalmente de La Iruela o de Cazorla y muy pocos los que se dedicaban a este singular oficio. Cuentan que tan solo 4.

El concepto de muerte y sus consecuencias de índole religioso que tenían nuestros mayores, era de una condición de tal respeto, temor y superstición que no resulta extraño imaginar las necesidades sociológicas que tenían dichos habitantes. No podían permitir que tan basta tierra de sierra y monte, se llenase de almas errantes o al menos, eso era su mayor temor.

Cuentan los mas viejos de lugar, que cuando la comitiva mortuoria se ponía en camino, era antes de la puesta de sol. Se intentaba ocultar su partida a los ojos de los superticiosos.

Existía un camino predefinido que partiendo de la Iruela, llegaba hasta el mismo corazón de la Sierra. Este camino estaba, plagado a su vez de innumerables senderos que desembocaban en el mismo.

Una vez que era localizada la persona fallecida, era envuelta en varias sábanas y mantas (raza vez en ataúd de madera) y se ataba fuertemente sobre las bestias para su transporte. Posteriormente, la comitiva se ponía en marcha en silencio, un silencio que era constante en todo su recorrido hasta llegar al campo santo. Ni hablaban ni entre ellos, según cuenta la historia, ni siquiera si se cruzaban en el camino con otros habitantes del lugar.

Transcurridas las horas, puede que días, la comitiva llegaba a alguno de los cementerios habilitados para su enterramiento. Al hacerlo, procuraban coincidir con horas en los que la luz era escasa (normalmente de noche). Se buscaba que no hubiese contacto visual por parte de la población.

Durante años, la figura de estos individuos, que tenían una labor tan poco agradecido y a la vez necesario en aquellos parajes, suscitó el "miedo", creándose cierta sugestión y respeto, hacia la muerte.


LA RUTA



Partimos de La Iruela, de la curva donde se encuentra la piscina, bajo el castillo y frente al Hotel Spá, parte un sendero que toma rápidamente brío para ganar altura y situarnos por encima de los edificios rápidamente. Si nos detenemos y volvemos podremos contemplar el castillos de la Iruela en todo su esplendor.


















Todos, en algún momento del camino, volvemos la vista atrás, o sencillamente, nos paramos a contemplar las vistas conforme vamos ascendiendo.





Conforme ascendemos, nos vamos introduciendo poco a poco en el bosque. Pasamos bajo la Mocha. Un paredón rocoso bien visible a nuestra derecha.



 
 
 
 



No hemos recorrido mas de una hora de camino, no dejamos pasar el momento de hacer la primera foto colectiva, para inmortalizar un pareje sin igual, mientras los primeros rayos del sol, ilumina nuestras cumbres.


 
Durante la ascensión, contemplanos este lindo paraje y comentamos la leyenda de este sendero, muchos de los cuales desconocíamos antes de realizar la ruta.







Nos detenemos un instante, para hacer nuestros primeros comentarios sobre la ruta y girar hacia nuestra derecha para tomar el camino correcto que nos llevará a realizar nuestra ruta circular.










Nuestro inagotable amigo, nos demuestra una vez mas que a pesar de todavía ser un cachorro, es un miembro mas del equipo, alegrándonos con sus travesuras.
En ningún momento pierde la vista a sus dueños, y sus idas y venidas son constantes durante toda la jornada.






Parada obligatoria para tomar el primer "Kit Kat".











Otro pequeño descanso de 5 minutos, para descansar antes de encumbrar El Banderín a 1637m de altitud.






Pronto divisamos el Yelmo al fondo y una inmensa niebla que cubre el Pantano del Tranco.














Poco antes de encumbrar la cima, nuestras miradas se fijan en el horizonte, divisando al fondo, Albanchez de Ubeda y Aznaitín.








Después de todo el recorrido en ascenso, llegamos a nuestro punto mas alto de la ruta, donde plasmaremos la Foto Oficial.

La caseta del vigilante la encontramos cerrada, pero nuestra imaginación sigue despierta, de tal manera que incluso nos imaginamos estar tomando unas cervecitas con una buena barbacoa.





He aquí nuestra FOTO OFICIAL de nuestra Ruta de hoy.


Al fondo, divisamos los Pollos de la Mesa.



Comenzamos nuestro ansiado descenso, motivados por un sendero que prácticamente a nadie ha dejado indiferente durante nuestra ascensión.


Descendemos en dirección al Puerto del Tejo.








Un poco mas adelante, tomamos un desvío hacia la derecha, para iniciar nuestro descenso continuado para enlazar con el incio de nuestra ruta de hoy. Si continuásemos hacia nuestra izquierda, llegaríamos hasta la laguna de Cazorla, Gilillo y los Rasos.









Contemplando el paisaje, me llama la atención este ejemplar de olivo.






Una sorpresa en el camino. Por gracia de la Naturaleza, contemplamos lo que podría parecerse a una cara plasmada en la montaña. Si contemplamos bien esta imagen, podemos apreciar os ojos, la nariz, la boca e incuso una ojera, todo ello, visto de perfil.






Algunos miembros de la expedición, divisamos un ejemplar de buitre que nos anima a salirnos de la ruta marcada por nuestro Guía.












Al fondo, divisamos una Torre de Vigilancia cuya originalidad reside en tener 7 caras en muy buen estado de conservación.







Descendemos por un camino, que sin bien no presenta dificultad, esta lleno de piedras sueltas que dificulta nuestros descenso y nos pide tener cierta precaución al transitar sobre el.



Otra parada imprescindible en este recorrido, es visitar este Cortijo situado en el paraje denominado "Prado Redondo". Un lugar que nos hace pensar en como vivían antiguamente por estos parajes tan alejados de la mano de Dios.





















Bajando nos encontramos con la Mocha, lugar donde podemos divisar el Castillo de la Iruela.























1 comentario:

  1. Hola Juan.
    La ruta es preciosa con sus respectivas vistas,si no te importa me quedo por aquí de seguidor,esta ruta es complicada para hacer con niños.Gracias.Un aludo desde Andújar.

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