viernes, 6 de marzo de 2015

Castillo de Giribaile, Cuevas de Espeluca y Asentamiento Ibero


El castillo de Giribaile es una construcción militar edificada en el siglo XII situada en las inmediaciones de la aldea de Guadalén, en la localidad jiennense de Vilches (Andalucía, España). Se localiza sobre el extremo norte de una meseta de unos 500 metros sobre el nivel del mar, que controla visualmente la vega del río Guadalimar, la antigua vía Heráclea y las inmediaciones de Cástulo, situada unos 15 km al suroeste.


HISTORIA

Los primeros asentamientos humanos en Giribaile se remontan al primer tercio del II milenio a. C. De esta época se conservan diversas estructuras vinculadas a la explotación de los recursos mineros de la zona. Su ocupación se mantendría hasta época ibérica, convirtiéndose en una gran población, considerándose que corresponde a la gran capital oretana de Orissia, que sigue pendiente de excavaciones oficiales que aporten más datos sobre la misma. Durante esta última etapa ocupó una importante posición estratégica en la vía de conexión de Cástulo con el Levante. El oppidum oretano entre los siglos IV o III a. C., terminó transformándose en una gran ciudad fortificada con una extensión mayor de 18 hectáreas.
Este gran oppidum poseía una muralla principal situada al sur, de unos 200 metros de longitud por más de 10 metros de altura; en la actualidad se aprecia una enorme hilera de escombros sobre ella. El resto de la meseta ocupada por el oppidum está resguardado por la natural orografía del terreno, que le dota de una notable defensa.
No obstante, se abandonaría a inicios del siglo I a.C. después de un brutal arrasamiento por los romanos en el curso de las guerras y matanzas de Sertorio, huyendo los escasos supervivientes a Cástulo. El estrato de ceniza encontrado en giribaile denota la quema de la ciudad.
Las investigaciones arqueológicas constatan la presencia de un importante poblamiento visigodo en sus inmediaciones, formado por pequeños asentamientos agrícolas de base cerealista, que complementarían con la ganadería. A falta de estudios más concluyentes, cabría relacionar estos poblados, el hábitat rupestre de las Cuevas de Espeluca, en el que se incluyen espacios de culto cristiano, con la existencia de una fortificación hispano-visigoda que fue posteriormente utilizada como basamento del castillo islámico.
A partir de la invasión musulmana Sobre el recinto íbero-romano de Giribaile se levantó otro castillo fortaleza. se produjo una concentración en torno a Giribaile, que se convirtió en un Hisn (castillo-refugio), utilizado como lugar de defensa común por los habitantes de las alquerías del entorno.
En la segunda mitad del siglo XII, ante el avance de las tropas cristianas por la Mancha, se reforzaron y transformaron los castillos que, como Giribaile, controlaban y defendían los pasos serranos y las vías que le comunicaban con las tierras del interior del valle. En Giribaile se construyeron fortificaciones de argamasa. En 1170 los almohades controlaban el castillo.
En 1227 el castillo fue entregado a Fernando III el Santo por Acet-Abe-Mohamed. Fue ocupado por la Orden de Calatrava después de ser entregado a la ciudad de Baeza por Alfonso X en 1274. En 1292 Sancho IV lo entregó al juez de Baeza don Gil Bayle de Cabrera, de quién tomó el nombre, junto con las tierras entre el Guadalimar y el Guadalén


DATOS DE LA RUTA

http://es.wikiloc.com/wikiloc/spatialArtifacts.do?event=setCurrentSpatialArtifact&id=9009489


FOTOGALERIA

CASTILLO DE GIRIBAILE
 
 















 
 
Cuevas de Espeluca y Cortijos abandonados
 
 












 


Asentamiento Ibero
 
 




 
 
 
LEYENDA
 
 

Cuenta la leyenda que un poderoso rey moro tenía una gran pena que le abatía, su corazón era preso de una bella joven que vivía con sus padres y hermanos cuidando de su rebaño. Por ser de religión diferente no querían saber nada. Paseaba con su caballo orgulloso, mientras entonaba un verso. De río a río, Todo es mío, Y nunca moriré, De hambre, de sed y de frío. Pero el amor que sentía por aquella joven, el corazón le oprimía y, cautivo de sus sentimientos, abusó del poder que sus riquezas ofrecían. Un día acechó a la pastora, que iba al río a lavar, la cogió y la llevó entre gritos y alaridos, y sin piedad ninguna, hasta su castillo. El padre y el hermano de la muchacha, al enterarse, sólo vivían al rey moro, que seguía paseando por sus tierras confiado. Un buen día, al rey moro lo atraparon, encerrándolo en una piedra hueca de la que nunca saldría. Allí murió el rey moro, por su orgullo castigado, de aquello que presumía de sus riscas asomado. Aún se oyen los ecos de los versos entonados: De río a río,todo es mío, de sed y de hambre, y de frío.
 
 
 
DATOS DE LA RUTA
 
 
 
 
 
 


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